viernes, 4 de enero de 2008

Informe: Hikikomori


Luego de ver un documental trataba de Hikikomori y haber buscado información de este trastorno que afecta a Japón, me tomé el atrevimiento de sacar mis propias conclusiones.
Japón es considerado una potencia mundial, principalmente en comunicación y en tecnología. Un país desarrollado y uno de los más evolucionados. Su trabajo en los medios audiovisuales y comunicacionales, como por ejemplo Internet, TV, y otras medias, es el que hasta el momento llegó más lejos. Cuando uno imagina Japón imagina calles con carteles brillantes que son pantallas, mucho movimiento y sofisticación en tecnología. Pero, como muchos dicen, los extremos son malos.
Suena paradójico pensar que el país donde los medios de comunicación son los más desarrollados del mundo, hay problemas de comunicación.
“Hikikomori en japonés significa inhibición, reclusión, aislamiento y este es el nombre que se ha puesto al trastorno que padecen cerca de 1.200.000 chicos japoneses.”
Es un trastorno que puede llevar a enfermedades mentales como la depresión, agorafobia o esquizofrenia, como resultado de una sociedad opresora y demasiado exigente. La exigencia como un arma peligrosa para utilizar con los chicos.
Toda esta evolución que mencioné hace un par de líneas, responde a un trabajo forzoso del país, de un camino de exigencias y luchas que llevo al desarrollo, lo que no se tuvo en cuenta fueron los límites.
Japón tuvo que superar una recesión económica la última década, lo que trajo desempleo y falta de seguridad en el trabajo, “a causa de la reestructuración o quiebra de empresas”.
Se han tomado tan a pecho lo sucedido que comenzaron a luchar por un buen empleo y una buena postura económica individual, comenzando así una competencia individualista catastrófica. Lo individual como un opuesto al trabajo en equipo y a la comunicación, todo llevado a la competencia y al individualismo, llevando al ser humano a un estado desesperante, acompañado con un gran miedo a la frustración.
Un sistema que impone el dinero y éxito económico sobre todas las cosas dentro de un país super poblado con falta de trabajo. Cualquier cosa sea para obtener dinero, para ser el más destacado en el colegio, para aprobar el ingreso a la facultad, llegando como opción al suicidio.
Toda esta competencia, que lleva a un estado de exigencia tan grande que provoca un estado de “todos contra todos”, y una adoración por una buena postura económica, llevo al ser japonés a responder de distintas formas.
Una de estas, como dije anteriormente, es Hikikomori, un trastorno que genera en los chicos aislamiento. Hombres y mujeres de diversas edades, principalmente adolescentes, que se encierran en sus habitaciones por años con el fin de no relacionarse más. Exponentes claros del miedo a la frustración. En su mayoría hijos únicos que tuvieron que cargar con la presión de los deseos de sus padres y no lo toleran, al comenzar a bajar su nivel en alguna materia, la situación los supera y comienzan a encerrarse. Valga aclarar que otro de los problemas de Japón es la baja en la taza de natalidad, otro rasgo de la sociedad que responde al sistema económico y exigente de Japón. Las familias tienen un solo hijo en el que ponen todas sus esperanzas, sobrexigiéndolo, su labor antes que el amor. Lo que personalmente me hace pensar que genera también una falta de autoestima y de formación personal del niño.
El amor de sus padres y la aceptación de ellos es lo que provoca en el niño su propia aceptación y desarrollo, ayudándolo a encontrarse a sí mismo, para que el día de mañana luche por él sin miedo alguno que lo paralice. Valores que todo niño debe generar para estimar su trabajo y esfuerzo y vivir más tranquilo con sus logros del día a día.
Otra característica que suma el comportamiento de estos jóvenes es la falta de la figura paterna. Todo este nivel de exigencia en la sociedad no afecta solamente a los jóvenes, sino que también a los padres, quienes deben trabajar desenfrenadamente para poder mantener un estilo de vida determinado. La falta del hombre en la casa, quien está más tiempo en el trabajo que en su hogar, genera un blanco en su hijo. La figura del padre es la figura de la disciplina y el orden, sin esta los valores y metas del hijo pueden desvirtuarse. No puede ser que le exijan disciplina si en la casa no la ve ni la vive. Entonces el hijo recibe un mensaje ambiguo: “vive para estudiar sino no serás nadie” (aunque en una sociedad tan individualista uno deja de ser alguien para la sociedad porque sólo vive para uno) “aunque en casa nunca veas a tu padre porque, por responder a las exigencias sociales, no puede compartir tiempo con su hijo querido”.
Todas estas pueden ser respuestas del porqué cada vez hay más jóvenes “voluntarios” marginados de la sociedad, como resultado de la “cultura de la vergüenza”. Todo lo que no cumple con las “normas sociales” o “deberes sociales” debe ser vergonzoso y humillante, en vez de aceptado.
Todo me lleva a la misma conclusión: los extremos son malos y llevan a consecuencias perjudicales. Por ejemplo, en uno de los artículos, se contaba el caso de un joven que comenzó a alejarse de la sociedad y a encerrarse en su cuarto por haber reprobado un examen de ingreso de la facultad, lo que lo disparó a este trastorno.
No es bueno no aprobar un examen, pero tampoco uno puede llevar tan a pecho esa frustración. Que le haya ido mal no quita que se presente más tarde o procure otra salida, no la muerte, lógico. Llevan el estudio al extremo, olvidando que el estudio es capacitación y un camino y aprendizaje de vida, no una prisión. El ser humano debe evolucionar, tomando conciencia de los hechos, no respondiendo como softwords, que es lo que terminan resultando los habitantes de Japón sobrexigidos por el sistema que no permite fallas.
“Hikikomori no es una enfermedad propiamente dicha, sino una conducta social”, leí en un artículo de la Universidad Austral. Todas las enfermedades tienen en su mayor parte sus remedios, pero la condición social no, sino que tiene sus trayectos que responden a características de la historia, una sucesión de causa efecto. Es por ello que es necesario comprender el por qué para mudar alguna conducta, entendiéndola y buscando la forma de poder vivir mejor en sociedad. Es obvio que este trastorno es inhumano. El ser humano es un ser social, precisa del otro para vivir, es comunicación en vida. El exceso de medios de comunicación en Japón fue mal utilizado en este aspecto. En vez de educar racionalmente, exigió a los pequeños con esa excusa, y los transformo en seres aislados incomunicados, individualistas.
Creo que estos casos nos deben llevar a pensar a los comunicadores a reflexionar sobre cómo utilizar los medios para que la comunicación sea provechosa y eduque en todo sentido.
“Todo comienza desde casa” dicen muchos, entonces, porque no mejor educar también a los padres, guiarlos en la relación con sus hijos. Ayudar a estos a utilizando los medios para mostrar un estilo de vida sano, formarlos como seres responsable con autoestima y confianza en si mismo para que puedan vivir más tranquilo. Enseñarles a trabajar en equipo, imponer modelos grupales, que entiendan que la educación es algo personal en cuanto a las metas de uno, no una exigencia social que si uno no responde es dejado de lado.
Mayo, 2007
Rocio Valenzuela

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